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Procrastinación

Cuando nos enfrentamos con alguna tarea aburrida o difícil a la mayoría se nos pasa por la cabeza dejarla para más adelante. Lo más normal es que no hagamos caso de la tentación y nos obliguemos a continuar hasta terminar la tarea que teníamos entre manos. Sin embargo, en otras ocasiones la voluntad flaquea, y nuestra atención se va hacia alguna actividad que nos sirve de distracción o alivio. Generalmente este pequeño desliz no tiene consecuencias importantes en el corto plazo, pero podría generarnos problemas en el futuro. Tras cada nuevo aplazamiento nuestro cerebro aprende que la actividad que utilizamos como distracción es más fácil y gratificante que la tarea que se aplaza. En estas condiciones los hábitos tienden a hacerse cada vez más frecuentes y a generalizarse a otros contextos y actividades en las que antes no aparecían. Cuando este patrón de aplazamiento aparece con cierta frecuencia en distintas áreas de la vida, se conoce como procrastinación. 

 

Es un problema relativamente frecuente, sobre todo en determinadas etapas de la vida. Por ejemplo, cerca del 70% de los estudiantes confiesan haber experimentado alguna vez este patrón, y entre el 30 y el 50% afirman experimentarlo con frecuencia en determinadas situaciones, como lo exámenes. En etapas posteriores aparece menos, y algunos trabajos recientes han cifrado la prevalencia de la versión crónica del problema entre el 15 y el 20% de la población general adulta. No es de extrañar si tenemos en cuenta la cantidad y variedad de tareas distractoras que tenemos en nuestros escritorios o incluso en nuestros bolsillos. La tecnología mal utilizada es perfecta para este fin, así el acceso instantáneo a la red, los miles de atractivas aplicaciones y juegos que tenemos disponibles en los dispositivos móviles, constituyen un atractivo menú de tareas distractoras para los procrastinadores. Quizá todo esto parezca trivial, pero en un estudio reciente sobre más de 20.000 personas, los autores comprobaron que las personas con una mayor tendencia al aplazamiento tenían salarios más pequeños, una mayor probabilidad de estar desempleados y menor estabilidad laboral (VER NOTA). 

 

La procrastinación puede estar relacionada con dos factores:

El primero es un exceso de auto-indulgencia. Se trata de personas que son o se han vuelto demasiado permisivas consigo mismas. Han asumido que tienen ciertos privilegios, que la vida debería ser especialmente fácil para ellos o ellas y que, si algo es difícil o no demasiado divertido, están legitimados para buscar la gratificación inmediata en cualquier situación, sean cuales sean las consecuencias. Junto con la auto-indulgencia suele existir una muy elaborada capacidad para justificarse, que sirve para protegerse de la culpa ante ellos mismos y los demás. La forma de abordar este problema, a menudo pasa más por modificar el entorno, es decir, que las personas de alrededor (padres, jefes, parejas…) no secunden la permisividad, y sean firmes y contundentes con las consecuencias del aplazamiento.  

 

Hemos de reconocer que ciertos mensajes mal interpretados de la psicología actual, podrían facilitar este tipo de actitudes. Así cuando ponemos demasiado énfasis en la experiencia de emociones y estados afectivos positivos, podríamos estar transmitiendo la idea de que el estado psicológico más deseable y sano es aquel en el que la persona vive inmersa en la diversión y la gratificación inmediata. No quisiera ser aguafiestas, pero sospecho que esto no beneficia a casi nadie, salvo que a alguien se le ocurriera la brillante idea de asociar esos estados de placer momentáneo con algún producto de consumo, y consiguiera así lavar su imagen e incrementar sus ventas… 

 

La segunda causa es el exceso de perfeccionismo. A casi todos nos gusta hacer bien las cosas, pero si nos pasamos de rosca, esta actitud podría provocarnos serios problemas. Las personas que tienen un miedo intenso a cometer errores tienden a posponer las tareas importantes por miedo a hacerlas mal. En ocasiones el aplazamiento sirve para prepararse mejor, revisando alguna documentación adicional para estar más seguros de que lo harán bien. En otras ocasiones, ante el miedo a equivocarse, las personas se implican en tareas fáciles y que dominan para recuperar rápidamente la sensación de control y competencia. En ambos casos el resultado es el mismo, los plazos se estiran en exceso, las fechas límite se pasa y esto provoca problemas en su rendimiento, sus agendas y las de los demás. 

 

En estos casos son necesarias dos lineas de acción para poner freno al problema. La primera es hacer un esfuerzo activo por ser razonable sobre el nivel de exigencia con el que abordan las tarea. Se trata de ser realistas sobre las consecuencias reales de los errores, ¿qué es lo peor que puede pasar si no lo hago perfecto? Probablemente en la mayor parte de los casos, las consecuencias de la no-perfección no sean dramáticas. Ser consciente de esta realidad es el primer paso. El segundo es aún más sencillo. Se trata de utilizar las tareas distractoras como aliadas. Las tareas distractoras son actividades que nos hacen sentir temporalmente bien, nos hacen sentir competentes, con control o sencillamente nos divierten, ¿no podríamos aprovecharlas? Para conseguirlo basta con cambiar el orden. Una tarea gratificante es una distracción si sustituye a la tarea importante, pero puede ser una recompensa si va después, es decir, si en lugar de dejarnos llevar por el impulso, aplazamos la acción hasta haber terminado la tarea importante, mataremos tres pájaros de un tiro. Habremos terminado la tarea, nos habremos dado el lujo de dedicar unos minutos a aquello que nos gusta y, lo más importante, nos estaremos vacunando contra el hábito de la procrastinación. 

 

Por último, si estás pensando en buscar el último programa o aplicación para gestionar tus tareas o estás pensando en buscar más información sobre la procrastinación en internet… para un segundo y pregúntate primero si tenías algo importante que terminar, ponte con ello hasta que lo termines, y después date el gustazo de dedicar unos minutos a saciar tu curiosidad buscando la información, ¡verás que bien sienta!

 

NOTA: Nguyen, B., Steel, P., & Ferrari, J. R. (2013). Procrastination’s Impact in the Workplace and the Workplace’s Impact on Procrastination. International Journal of Selection and Assessment, 21(4), 388–399.